El Gran Reinicio debe permitirnos saltar la trampa de los ingresos medios

Cuando salgamos de la crisis sanitaria impuesta por COVID-19 estaremos de lleno en la crisis económica y sus consecuencias sociales y políticas. Será la hora de poner en práctica las medidas para reconstruir la economía.

Desde ya debemos plantearnos como enfrentar y sacar fruto de la “Nueva Normalidad”, que, como no es simple continuidad de 2019, se ha denominado “El Gran Reinicio”.

Según el reciente Estudio Económico Costa Rica 2020 de OCDE, nuestra productividad por trabajador en ese grupo de naciones es solo superior a la de Colombia, y es apenas un 40% del promedio. Claro esta manifestación no es tan visible. Se oculta tras otras manifestaciones económicas y sociales, como el pobre crecimiento económico después de 2015, la falta de generación de empleos formales, el estancamiento de la pobreza en la última década, el crecimiento de la informalidad, lo cara que es nuestra producción, la falta de innovación en el sector de nuestra economía que satisface el consumo interno, la insatisfactoria creación de habilidades de nuestra educación básica.

OCDE señala que entre sus miembros nuestras regulaciones son las más estrictas, que tenemos el proceso burocrático más complicado para abrir una empresa, que encarecemos bienes que disminuyen el poder adquisitivo de los más pobres, que en América Latina estamos rezagados en gobierno digital, que solo México es más ineficiente en OCDE en la administración de las empresas estatales. También que somos una economía dual y que las empresas fuera de las zonas de libre comercio van rezagadas.

E indica: “La competencia ha sido débil en sectores clave de la economía costarricense, como la banca, la producción de alimentos, la electricidad o el transporte lo cual contribuye a una productividad baja, salarios bajos y precios más altos para los consumidores… Fortalecer la competencia impulsaría el crecimiento significativamente… Las exenciones existentes a las normas de competencia, como las otorgadas al arroz, el azúcar, el café, el transporte marítimo y los servicios profesionales, son regresivas e ineficientes y deberían ser eliminadas gradualmente”

Estas son algunas de las razones que nos dificultan poder saltar la trampa de los países de ingresos medios.

El economista y político chileno Alejandro Foxley definió esa trampa como “la dificultad de sostener por más de una década crecimientos superiores a 5%, acompañados de reducción de las desigualdades y de consolidación y perfeccionamiento de las instituciones democráticas.”

Para lograrlo debemos diseñar El Gran Reinicio de nuestra economía de manera que cumpla con las 3 condiciones que según Foxley han cumplido países exitosos en esa transición como Finlandia, Irlanda y Australia: 1) Una reforma de la educación para hacerla pertinente al desarrollo de las habilidades técnicas, literarias  y científicas que demanda el desarrollo; 2) Una reforma del estado para hacerlo eficiente en el uso de recursos y en la satisfacción de las necesidades de ciudadanos y empresas atrayendo a los mejores ciudadanos, no manteniendo una burocracia fosilizada, con efectiva regulación que propicia la iniciativa y la invención privadas, y con capacidad y fuerza para reinventarse continuamente,  y 3) Acuerdos entre los principales actores sociales para llevar adelante las transformaciones requeridas.

No veníamos cumpliendo con ellas, y por eso la innovación en la economía tradicional ha sido remolona y nuestra productividad es baja. Y todo esto se manifiesta con mayor desnudez y se agrava con el COVID-19.

Por ello El Gran Reinicio debe coordinar las diversas áreas sistémicamente, para en la reconstrucción de nuestra economía enfrentar estos pendientes de manera que en adelante podamos crecer más acelerada, equitativa y participativamente.

El estudio que he venido mencionado de OCDE estima que en 10 años tendríamos un PIB per cápita mayor en 27,6% si se aplican las medidas tomadas para nuestro ingreso a esa entidad y además se adoptan sus propuestas en respuesta a las limitantes ya apuntadas. Además, la desigualdad medida por el índice de Gini disminuiría en un 20%.

Son estimaciones sujetas a muchísimos supuestos, pero nos indican la enorme conveniencia de aprovechar la Gran Recesión para redireccionar el curso de nuestra economía y saltar la trampa de los ingresos medios. Podría mejorar en el orden de una cuarta parte la capacidad de satisfacer las necesidades económicas de nuestros habitantes. Vale la pena. No desperdiciemos el sufrimiento causado por este virus.

PhD. Miguel Ángel Rodríguez
Socio Consultor Ecoanálisis
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