La humanidad está experimentando una de las peores catástrofes en su historia. La pandemia del COVID-19 ha resultado muy contagiosa y letal en poblaciones médicamente vulnerables. Casi no hay país capaz de evitarla y para enfrentarla prácticamente se cerraron las fronteras y se adoptaron medidas sanitarias y de aislamiento social. El efecto inmediato ha sido la interrupción de la movilidad de las personas, con severos impactos en la actividad turística, aeronáutica, comercial y productiva.
Las acciones adoptadas han provocado choques de oferta y especialmente de demanda, lo cual ha impactado la actividad económica y elevado el desempleo a niveles inimaginables. En cuestión de días los mercados accionarios cayeron más de 30% y los precios del petróleo se desplomaron. La crisis financiera del 2008 se queda corta en cuanto a la velocidad y magnitud del ajuste ocasionado. La economía mundial entró en recesión y se esperan grandes caídas en el segundo trimestre y existen muchas dudas en el futuro cercano.
La mayoría de naciones han reaccionado de diversas maneras, aplicando políticas monetarias y fiscales expansivas. En Estados Unidos, por ejemplo, la Reserva Federal actuó rápidamente, dentro del poco espacio disponible, llevando a cero la tasa de política monetaria y aumentando significativamente la emisión monetaria. También redujeron los impuestos y otorgaron subsidios y seguros de desempleo, por varios puntos del PIB. Existe incertidumbre acerca del período que volverá a la normalidad, los costos, consecuencias y los cambios que sobrevendrán.
En Costa Rica las distintas autoridades también han actuado dentro del marco de su competencia. Las diversas medidas adoptadas y la contracción económica afectarán aún más las debilitadas finanzas públicas. Reconociendo la tragedia humana y social observada, hay que ser extremadamente cuidadosos con los recursos utilizados; si no manejamos la situación con responsabilidad y amplitud de miras, podría ser peor la medicina que la enfermedad. El país actualmente es muy vulnerable; los mercados financieros y de divisas no perdonan, aún en condiciones excepcionales como las actuales.
En el campo monetario y crediticio, por ejemplo, el BCCR y el CONASSIF han aplicado, desde el año pasado, políticas a efecto de contribuir a atenuar los problemas del elevado endeudamiento y la alicaída actividad económica. Para ello el BCCR redujo en 3 puntos las tasas de encaje mínimo legal en colones y en varias ocasiones disminuyó la tasa de política monetaria; recientemente la bajó en un punto porcentual. También el CONASSIF flexibilizó la normativa crediticia y regulatoria. En las actuales circunstancias es prioritario garantizar la estabilidad y solidez financiera.
Hay que reconocer el aporte del Congreso y los acuerdos alcanzados en un corto período. Aún faltan medidas adicionales, quizás más controversiales. Con la mejor intención se han sugerido acciones de diversa naturaleza, sin sopesar, en algunos casos, el impacto y consecuencias económicas. Recientemente han surgido propuestas para utilizar parte de los $8,000 millones de las reservas monetarias en poder del BCCR. Una en particular recomienda al gobierno emitir Bonos Emergentes Covid-19 por la suma de $1,000 millones a un año plazo al 3.5% para que sean adquiridos por el BCCR. Por las eventuales secuelas negativas que podrían derivarse de su aplicación, me permito expresar las siguientes preocupaciones:
- La medida implicaría una reducción de las reservas monetarias internacionales, al ser invertidas en bonos del mismo país y sin contar con grado de inversión.
- Significa un incremento de la emisión monetaria sin respaldo como contrapartida; muy similar a adquirir Letras del Tesoro, tal y como se realizó a mediados del 2018, pero con riesgo cambiario.
- En las actuales circunstancias de incertidumbre y falta de confianza generalizada, la mayor liquidez podría dedicarse a comprar divisas en el mercado cambiario.
- Constituye una intromisión del Gobierno en el BCCR y una señal de indisciplina fiscal. Se ha hecho en algunos países con grandes fracasos. Argentina y Venezuela son un ejemplo.
- No todas las reservas monetarias son propiedad de BCCR. Al menos US$3,000 millones corresponden a depósitos por concepto de encaje mínimo legal de los intermediarios por los ahorros en dólares.
- Si no se maneja con tino la situación macroeconómica, las reservas monetarias podrían disminuir rápidamente. Con una cuenta de capitales abierta, una economía dolarizada y sistemas de pagos en línea, la movilidad es muy elevada. El indicador de meses de importaciones deja de ser relevante.
Es imperativo enfrentar la emergencia nacional con todos los recursos disponibles, pero evitando lesionar en exceso los balances macroeconómicos y la institucionalidad. Aunque difícil, es imperativo dar señales de que se hará esfuerzos por controlar el gasto para compensar parcialmente las erogaciones adicionales. Las reservas monetarias constituyen el principal seguro que dispone el país para generar confianza, contener las presiones sobre el tipo de cambio y garantizar su estabilidad. Hay que cuidarlas y fortalecerlas.
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