Por Heyteem Ricardo Estrada Rojas, Analista Económico Ecoanálisis
Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de Ecoanálisis
El gran problema de la sociedad griega es la tendencia a considerar que otro es responsable de todo lo que está mal”
Esta es la frase con la cual el analista Theodore Couloumbis resumía el fenómeno social por el cual la búsqueda de una solución preventiva a la debacle de Grecia fue todo un fracaso. Este país tuvo que aprender “por las malas” que, a pesar de que no todos son culpables de una caída, levantarse es una tarea que no acepta excepciones.
Mientras que la economía griega empieza a recuperarse, el caso costarricense resulta ser todo lo contrario. La dinámica de las finanzas públicas de los últimos 10 años solamente ha permitido que nos acerquemos al precipicio. Ya es sabido por casi todos (expertos o no) que los números no cierran.
Ahora, ¿por qué cuesta tanto que el consenso en cuanto a la presencia de la enfermedad no se traduzca en un consenso para la búsqueda de una cura? Una de tantas respuestas nos remite a lo expuesto por Couloumbis: estamos empeñados en buscar culpables, como quien le recuerda a un alcohólico todas sus borracheras que lo llevaron a estar a punto de una cirrosis. En términos de conciencia, este ejercicio es fuerte e incluso necesario, pero en lo práctico, no resuelve la adicción. Muchas veces la intervención de familiares o amigos ayuda a dar el primer paso, obviamente con un ejercicio de voluntad de la persona afectada.
Pues la analogía podría aplicarse al caso de nuestro gobierno central.
Con un déficit primario del 3.3% y uno financiero del 6.6% (variación interanual de los últimos 12 meses), es claro que las finanzas públicas están por entrar a cuidados intensivos. La más clara señal fue la urgencia con que el Ministerio de Hacienda corrió a vender Letras del Tesoro al BCCR, como lo hiciera en los ochenta, apenas para alimentar el drama de las penurias pasadas de nuestra economía.
Mientras esto sucede, los demás actores –incluido el mismo gobierno- siguen enfrascados en buscar al culpable: el empleado público, en la figura del sindicato, por no ceder ante una reducción en sus pluses; el sector privado, por buscar métodos para no reportar ganancias, y por ende no tributar sobre las utilidades; las cooperativas por seguir exoneradas del impuesto sobre la renta, aun cuando algunas tienen ganancias exorbitantes; Hacienda por no tener mecanismos eficaces de recolección de impuestos; el profesional liberal por no facturar por sus servicios… La lista podría seguir, pero el común denominador cuando se escuchan los discursos es el siguiente: la culpa es de todos excepto mía, por ende las soluciones no me deben involucrar.
Dentro de este esquema complejo, la alternativa número uno (y parece que la única a los ojos del gobierno) ya está por discutirse en el plenario, con una huelga en medio que se vuelve extensa y convulsa respecto a su propósito fundacional. El paciente quiere hacer algo con su enfermedad, pero los que están a su alrededor no dan ese impulso para arrancar así con sus “12 pasos”.
La misma teoría económica brinda una solución. Más específicamente, la Teoría de Juegos, con su ejemplo más famoso, el dilema del prisionero. De manera resumida, la estrategia que le permite a los individuos estar en la situación óptima, dadas las condiciones, implica la cooperación, que los lleva a una condena menor a ambos de la que tendrían al acusarse simultáneamente. Llevando esto al contexto nacional, las consecuencias sobre el riesgo país, y por ende la dificultad de acceso al crédito, sus efectos sobre tasas de interés, y ahora también sobre la inflación (el impuesto más regresivo de todos) se muestran mucho peores que el “castigo” vía carga impositiva y posible contracción económica en el corto plazo por reducción en el consumo.
Las posibilidades de que Costa Rica aparezca nuevamente en los registros de países que han caído en default son cada vez más altas, por lo que la discusión debe reorientarse hacia el cómo evitarlo, en lugar de seguir pensando en quién es el culpable que debe pagar por el problema.