Costa Rica se encuentra inmersa en una economía global llena de incertidumbre. La materialización de ciertos fenómenos económicos, políticos y sociales repercutiría negativamente en la ya débil economía costarricense; aún más, los instrumentos con los que cuenta el país para combatir estas consecuencias parecen ser limitados.
Un primer fenómeno que golpea los mercados internacionales es la disputa entre Estados Unidos y China, la cual se basa en tensiones comerciales y de divisas. Fue tan solo a finales de la semana pasada que China anunció la implementación de tarifas sobre bienes estadounidenses por un valor de $75 mil millones, y que tuvo como represalia, por parte de Estados Unidos, el incremento de un 25% a un 30% al impuesto existente sobre $250 mil millones de productos chinos. Además, a inicios del mes de agosto, la nación norteamericana acusó a China de devaluar su moneda; dicha devaluación encarece los bienes estadounidenses y abarata los productos chinos.
Un segundo suceso que está siendo discutido a nivel mundial es la posibilidad de entrar en una recesión. Si bien es cierto, no hay un consenso entre economistas sobre si estamos cerca de experimentar una situación de esta clase o no, sí existen señales que sugieren una mayor probabilidad de entrar en esta fase de los ciclos económicos. Por ejemplo, el Banco Central de Alemania anticipa que el país entraría en una recesión técnica el próximo trimestre, esto al enlazar dos trimestres con crecimiento negativo; además, recientemente la curva de rendimientos se ha invertido, situación que históricamente ha caracterizado los períodos que preceden una recesión.
Los acontecimientos anteriores, complementados con la incertidumbre generada por el Brexit y las tensiones entre Estados Unidos e Irán y su posible impacto sobre el precio del petróleo son tan solo algunos de los hechos que eventualmente afectarían severamente tanto a países involucrados como no involucrados en estos conflictos.
Ahora bien, los mecanismos mediante los cuales los choques generados por los fenómenos mencionados podrían ser transmitidos a nuestro país son diversos, esto por lo pequeña y abierta que es la economía costarricense. Y es que a pesar de ser muy temprano para valorar la magnitud y consecuencias de estos choques, se podrían prever dos canales principales de transmisión hacia nuestra economía; el primero consiste en una reducción en los flujos de capitales hacia Costa Rica, esto por una mayor incertidumbre por parte de inversionistas, y el segundo se daría por medio de una contracción en las exportaciones y una disminución en el precio de las materias primas exportables de Costa Rica, ambos efectos producto de una contracción en la demanda internacional.
Ante un escenario como el que se vislumbra, el Banco Mundial ha llamado a los países emergentes a ejecutar reformas estructurales que mejoren el clima de negocios y que ayuden a atraer inversión; mientras que el Fondo Monetario Internacional recalca la posibilidad de los Bancos Centrales de flexibilizar su política monetaria, especialmente aquellos que mantienen una inflación controlada, y también enfatiza en que la política fiscal debe priorizar el pago de deuda, el gasto social, y la inversión.
No obstante, a Costa Rica se le complicaría llevar a cabo las acciones sugeridas por estas entidades. En primer lugar, se ha demostrado lo complicado que le resulta al país mejorar el clima de negocios, esto es reafirmado por las encuestas al sector empresarial realizadas por la UCCAEP y el BCCR. En segundo lugar, a pesar de que la entrada en vigencia de la reforma fiscal les ha dado un suspiro a las arcas del Gobierno, el pago en remuneraciones e intereses sigue abarcando la mayor parte de los gastos gubernamentales, mientras que la inversión se mantiene en niveles bajos. En tercer lugar, si bien es cierto que el BCCR tiene margen para flexibilizar su política monetaria, los efectos de estas medidas en la coyuntura costarricense podrían ser mínimos o contraproducentes. Finalmente, economistas como Nouriel Roubini sugieren que estímulos monetarios y fiscales interminables no serían la solución ante esta posible recesión, pues su origen sería por choques de oferta y no de demanda; de esta forma, Costa Rica tendrá que evaluar políticas que impulsen el sector real de la economía y así reducir el impacto de una posible recesión.
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