No cabe la menor duda que uno de los efectos económicos más lamentables durante el año en el cual la pandemia por el Covid-19 ha permanecido en nuestro país y el resto del mundo, es el de la pérdida de empleos. En el pico de la afectación, la cifra del desempleo reportado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) llegó a ser del 24,4% de la fuerza laboral. El último reporte de seguimiento de este indicador muestra señales de recuperación (19,1% para el trimestre móvil noviembre-diciembre 2020 y enero 2021) pero sigue lejos de los datos previos a la emergencia.
Y es que la afirmación que cierra el párrafo anterior para nada es de alegrarse. La última medición anterior al shock era por sí misma alarmante, y lo peor es que evidenciaba una problemática de al menos 10 años de continuo incremento del desempleo, desde la crisis de 2008-09 no se ha encontrado una solución y, por lo contrario, el regreso a la “normalidad” nos ubicaría en un alarmante 12% de desempleo.
Teniendo en cuenta esa consideración, y para el momento que atraviesa el país, ¿es factible una “recuperación” del empleo que nos permita regresar al status quo previo? La respuesta a esta pregunta es complicada y depende de varios factores.
En primer lugar y simplificando, el fenómeno experimentado redujo empleos por dos razones: 1) cierres temporales de establecimientos y empresas y 2) destrucción definitiva de puestos de trabajo; en el primer caso conforme se sigan extendiendo algunas restricciones o se retomen otras, se corre el riesgo de que estos empleos no se puedan recuperar por el alto costo que están asumiendo los empleadores, sin una debida generación de ingresos. En el segundo escenario, la poca solvencia de muchos negocios no ha permitido que se sostuvieran ante los cierres, por lo que será imposible su reapertura y, por ende, sus empleados no regresan de manera idónea a la población ocupada.
Sumado a lo anterior, en la realidad de las familias en las cuales alguno de sus miembros pasa de ser ocupado a desempleado, debe analizarse el efecto que puede tener este cambio sobre otros miembros que se encontraban fuera de la fuerza laboral, y por necesidad activan la disposición y búsqueda de un empleo, siendo que esto eleva también la cifra total de desempleados frente a un escenario sin pandemia en el que posiblemente no hubiesen tenido que tomar esta decisión.
Se tiene además el inicio del esquema de vacunación, que si bien es cierto inició con prontitud en nuestro país, no llega a ser lo suficientemente acelerado como para generar la confianza en la prevención de la expansión de los contagios, ni en promover la deseada inmunidad de rebaño, elementos que asegurarían una reapertura.
En el agregado de opciones, se llega en general a una simple conclusión, en la cual no hay garantía de que se regrese de manera absoluta a las cifras que se observaban en marzo del año pasado, y si se lograse, esto tomará un periodo considerablemente extenso de tiempo, es decir, una recuperación lenta y poco segura.
Y obsérvese que esta revisión se hace pensando en una meta incluso mediocre. La pandemia solo vino a exponer con más fuerza otros elementos debilitadores de nuestro mercado laboral, donde hay una dualidad marcada entre un sector -todavía pequeño- de personas con una cualificación alta, y un amplio grupo que aqueja incluso los efectos de la salida del sistema educativo en la década de los 80, más una población joven que se enfrenta a una brecha digital y educativa que limita las oportunidades de crecimiento a nivel individual, y en agregado del crecimiento potencial de nuestra economía.
Los retos son enormes para los tomadores de decisión. Para la situación de corto plazo es prácticamente imposible la intención de volver a los cierres, a pesar de la problemática de salud pública. Es urgente, además, la armonía entre las estrategias de reactivación económica y la reducción de las disparidades entre las condiciones laborales de los empleados y empleadores. La recuperación será lenta pero no se debe perder la mira de estos objetivos con el fin de asegurar un futuro estable y robusto en nuestro país.
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