Recientemente el BCCR actualizó su proyección de crecimiento (o decrecimiento en este año) con un ajuste a la mejora respecto a lo que se decía en la revisión de su Programa Macroeconómico a mitad de año. Además, se observa que en el seguimiento mensual que está presentando INEC de su Encuesta Continua de Empleo hay una disminución por segundo mes consecutivo en el dato de desempleo abierto, así como ligeras mejoras en la ocupación. Estos datos, de manera preliminar, permiten intuir que Costa Rica puede haber alcanzado la sima en cuanto al impacto económico de la primera (o segunda, dependiendo de cuál criterio epidemiológico se adopte) ola de la pandemia generada por el Covid-19.
Bajo las premisas anteriores, se puede creer y estimar cada vez con más certeza los datos esperables para el final de este año, a falta de contar los elementos estacionales sobre los ingresos y gastos del Gobierno Central y demás conductas normales de los agentes económicos en las últimas semanas que se aproximan, es factible decir que el 2020 “ya se jugó”. Será posible aislar los efectos de esta pandemia y sobrarán los análisis y la literatura en el futuro, pero la preocupación no se ha ido y existen elementos para mantener los focos encendidos.
En Europa y varias regiones de Estados Unidos se ha observado un repunte en los contagios de Covid-19, y se está reiterando en muchos casos las políticas de aislamiento, incluso con una mayor intensidad que en meses anteriores. Más allá de las especificaciones y análisis de epidemiólogos, la dinámica y los flujos de personas a lo largo del mundo permiten generar las sospechas de que estos incrementos se verán reflejados nuevamente en nuestra región.
Si la situación que se menciona en el párrafo anterior se concreta, no se observa que el Estado pueda repetir las acciones que llevó a cabo: ya se amplió la capacidad hospitalaria al máximo, no se aprecian fuentes de financiamiento sostenibles para reasignar subsidios y el margen para pensar en alternativas dirigidas hacia el fomento de las actividades empresariales se limita conforme pasan los días. Sumado a esto, el crecimiento de los pagos del Gobierno Central por intereses y el saldo de la deuda se disparan. La mejor prueba de que no hay elementos para sostener por cuenta propia posibles acciones de contención se refleja en la necesidad de acudir a entidades como el Fondo Monetario Internacional, y los intentos endebles de diálogos multisectoriales que solo aumentan los temores y las percepciones negativas desde el exterior. No se debe olvidar la cercanía de la próxima campaña electoral y cómo las acciones de los distintos partidos políticos y su representación en la Asamblea Legislativa marcarán también el panorama.
Si atrás se decía que el 2020 “ya jugó”, el nivel del mismo juego llamado 2021 está configurado en nivel ultra difícil.
El camino que se presenta es complejo y una prolongación de los efectos de la pandemia puede ser catastrófica para nuestro país. La estrategia denominada Costa Rica trabaja y se cuida no solo se presenta como un mensaje de las autoridades de que el espacio de acción en términos financieros está agotado, sino además como un llamado a que los agentes privados, consumidores y ciudadanía en general puede aprender y tener la capacidad de evitar o reducir el impacto de una posible nueva ronda de medidas restrictivas. Este factor, y la madurez que se pueda crear en todos los sectores sociales para la búsqueda de acuerdos son indispensables para seguir sosteniendo el tejido social y se inicie la senda de reactivación económica que tanto se anhela.
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