Las recientes estadísticas de empleo en Costa Rica muestran un mercado laboral caracterizado por una alta tasa de desempleo (12%), una significativa cantidad de la fuerza de trabajo empleada en el sector informal (aproximadamente 1 millón de personas), un exceso de demanda de mano de obra calificada (con las habilidades y conocimientos que requiere el sector productivo pero que no son suplidos por el sector académico) y una tendencia creciente a la automatización de procesos en los diversos sectores, que no sabemos si generará más fuentes de empleo o por el contrario producirá un mayor desplazamiento de trabajadores por el uso de robots y la inteligencia artificial.
Para confrontar con éxito el reto del desempleo en Costa Rica debemos entender que las viejas recetas de promover la inversión pública, entre otras cosas, pueden ser aún necesarias, pero no son suficientes. En primer lugar, porque suponen que la institucionalidad para promover las capacidades de los recursos humanos, el crecimiento de actividades productivas y el surgimiento de nuevos emprendimientos está dada y por ende es acorde con la estructura productiva actual. En segundo lugar, porque se requiere de una estrecha colaboración entre el sector público y el sector privado, incluyendo la academia, para hacer frente a este gran reto.
La nueva receta debe incluir intervenciones de parte del Gobierno tendientes a ampliar las oportunidades de empleo, al apoyar a las empresas y los trabajadores en sus esfuerzos por adquirir y ampliar las capacidades necesarias para participar en los segmentos más productivos y dinámicos de la economía. Mediante este tipo de esfuerzos y otras políticas tendientes a mejorar la asignación de los recursos productivos, será posible facilitar la reasignación de estos recursos desde actividades poco productivas y dinámicas hacia actividades de mayor nivel de productividad y crecimiento, generando a su vez más y mejores fuentes de empleo.
En un reciente artículo de los profesores Dani Rodrik (premio nobel) y Charles Sabel se denomina a este tipo de estrategia “construyendo una economía de buenos empleos”. Se persigue incrementar el nivel de las habilidades y de la productividad en los trabajos existentes, la competitividad de las empresas y los programas de desarrollo de la fuerza laboral, acorde a las necesidades del sector productivo.
En el caso particular de Costa Rica, una estrategia como la señalada debería comenzar por la reforma institucional de organizaciones que juegan un papel muy importante en esta materia, como lo es el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). De acuerdo con el marco jurídico vigente, le corresponde al INA la preparación de buena parte de los técnicos que demanda el país, así como apoyar el desarrollo de las empresas micros, pequeñas y medianas (PYMES) –esto último, mediante la Unidad Pyme, creada según la Ley del Sistema de Banca para el Desarrollo. En materia de preparación de recursos humanos, el INA requiere modernizar su enfoque de núcleos o sectores productivos, tomando en cuenta la estructura actual de la economía costarricense, haciendo más consistente la preparación de los técnicos con la demanda de los sectores más productivos y dinámicos del país.
Además, es vital desarrollar las capacidades internas en esta institución para llevar a cabo programas de apoyo a las PYMES consistentes con las mejores prácticas internacionales en esta materia; por ejemplo, mediante la creación de Centros de Desarrollo Empresariales inspirados en el Small Business Administration de los EEUU. Como vivimos en un mundo globalizado y en constante cambio tecnológico, se requiere de una reingeniería institucional del INA que garantice la idoneidad de los programas de apoyo tanto a trabajadores como a empresas, pero que al mismo tiempo sea lo suficientemente flexible para acomodarse a los cambios por venir.
Una idea en este sentido es convertir al INA por ley en una verdadera alianza público-privada, similar en su organización y operación al de la Promotora de Comercio Exterior (PROCOMER).
Más cosas deben incluirse dentro de una estrategia tendiente a construir una economía de buenos empleos. Algo de lo que escribiré en otra oportunidad. Por el momento, lo importante es aceptar que las recetas del pasado nos pueden enseñar buenas cosas, pero no son suficientes para enfrentar los retos del presente. Para esto último debemos pensar “fuera de la caja” y atrevernos a probar nuevas cosas.
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