Ingreso a OCDE: Que un buen camino no se convierta en un agobio en París

Hace algunos meses nuestro país consiguió finalizar el proceso de evaluaciones de los comités de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), lo que implica que Costa Rica tiene finalmente las puertas abiertas para su debida incorporación a este importante organismo.

Este camino fue largo y ha implicado muchas reformas que poco a poco los costarricenses iremos observando, principalmente en la forma en que se maneja la institucionalidad pública, y en la manera en que los mercados irán evolucionando hacia esquemas en los que se premie cada vez más la competencia. El esfuerzo por ingresar a OCDE mostró que las banderas partidarias pueden dejarse de lado cuando hay un objetivo país superior. 

Sin embargo, ante un reto de tal envergadura era inevitable que se presentaran dificultades conforme el resultado se hacía cada vez más efectivo.  Cuando se llegaron a las discusiones sobre el futuro de los mercados financieros y su supervisión, se mostraron los primeros roces entre aquellos defensores del esquema dominante por parte de la banca estatal versus los cambios que OCDE solicitaba; finalmente se vio la luz y no queda duda de la capacidad de los bancos del Estado de que podrán competir y seguir teniendo una cuota de mercado relevante.

Luego, se han presentado preocupaciones acerca de la carga que la membresía a este organismo representa para nuestro país, más en las difíciles condiciones fiscales que nos apremian y que se han complicado aún más a partir de la pandemia por el Covid-19.  Sobre esto, vale decir que el costo anualmente rondará los US$3millones, lo cual puede parecer a priori una cifra elevada, pero que debe ponerse en contraposición de los potenciales beneficios que se pueden generar a partir de los cambios y los incentivos futuros. A modo de ejemplo, 3 posibles retribuciones que compensan (y por mucho) este costo inicial: 1) Las reducciones en precios de aquellos bienes que se encuentran en mercados poco competitivos y que estarán sujetos a mayor monitoreo y que por ende le generarán ahorros a los bolsillos de los consumidores; 2) mayor Inversión Extranjera Directa, que puede compensar con creces el gasto efectuado; y 3) eventuales recalificaciones positivas de nuestra deuda, que puede hacer que paguemos mucho menos de lo que hacemos en la actualidad por intereses, así como acceder a mejores fuentes de financiamiento.  Podrían enumerarse muchas más ventajas, pero el tema es que el saldo de ingresar a OCDE es por mucho, favorable.

Además, y con preocupación se ha visto en las últimas semanas, que se ha presentado una diferencia entre jerarcas del Ministerio de Comercio Exterior (Comex) y la Cancillería por la definición de la representación nacional ante esta institución. Del diferendo ya se conoce la renuncia de la Ministra Jiménez y aún no se sabe a ciencia cierta en manos de quién se asume un puesto nuevo para el país, pero a su vez de gran relevancia y que debe balancear de la mejor manera el rigor técnico con el trajín político normal de un organismo internacional.  El criterio más racional indicaría que, dado que Comex fue quien lideró por más de 5 años este proceso, sea también quien coordine la posición de Costa Rica en París. 

De las dificultades que se han presentado, es importante entender (por parte de todos los actores políticos y económicos) que las cosas han cambiado, lo que para nosotros puede parecer un “pleito” típico de nuestra política, puede ser muy mal visto por nuestros nuevos compañeros en OCDE, por lo que no es apropiado empezar con el pie izquierdo, después de lo mucho que ha costado hacer la diferencia, pues no es a cualquier país al que se le hace el tipo de ofrecimiento del que fuimos beneficiados. Es momento, no solo para el tema OCDE, sino para toda la coyuntura que enfrentamos, de criticar construyendo, aún hay tiempo pero este igual se agota.

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